Fue en la década de los 50 cuando esta urbe, con un clima envidiable fue ganando posiciones entre los destinos españoles para una escapada a un precio más que razonable. En aquel tiempo, el alcalde Pedro Zaragoza viajó en su vespa a Madrid y se enfrentó a Franco y a la extradición para aprobar el uso del bikini -entonces prohibido en España-, y así potenciar la visita a sus playas. También trazó un plan de construcción vertical dando origen al inefable skyline, del que nació el que sigue siendo el hotel más alto de Europa, el Gran Hotel Bali con sus 52 pisos y una panorámica de vértigo.
Desde entonces tiene una ocupación hotelera de entre el 75 y el 80 por ciento de media anual y es visitada por unos 400.000 turistas cada temporada. Pero no todo es vida nocturna y hamaca. Hay un Benidorm que ofrece al viajero desde escapadas en bote, adrenalina en buggies y bicis eléctricas con parada en las calas más escondidas, hasta una entretenida cata de vinos y una ronda de golf con vistas al mar. Aquí van los recomendados.
1. Admirar la ciudad desde el agua
Un mediterráneo color turquesa, el sol radiante y la suave brisa de esta ciudad alicantina dan ganas de salir a navegar un rato y escapar de la efervescencia de turistas tratando de pillar medio metro cuadrado en la arena. Benidorm Marine ofrece barcos con patrones que saben muy bien cómo surcar las olas para que los viajeros se empapen y disfruten. También cómo bordear la isla de Benidorm, esa que según cuenta una leyenda, llegó allí por un gigante enamorado que la arrancó de una montaña para darle más minutos de vida a su amada, que moriría al caer el sol. Ambos yacen en el fondo de la isla, pues al ella morir, él la llevó en sus brazos, la abrazó y se hundió con ella, protegiéndola para siempre. Y para los que no son tan románticos, también puede practicarse vela, kite surfing, kayak y motos de agua para llegar a esta bonita isla.
2. Golf con vistas al mar
Ya sea usted un golfista profesional, uno amateur o, incluso, alguien que nunca ha tenido en sus manos un hierro, en los campos del Meliá Villaitana seguro que se lo pasará genial. Hay dos de 18 hoyos y, lo mejor, siempre con vistas al mar. También hay campos de práctica para que afine su puntería en el tiro corto, o su fuerza y destreza en el largo. Luego puede relajarse en la terraza, admirar el paisaje y compensar las calorías quemadas con una caña bien fría.
3. Buggies, adrenalina pura
Las sensaciones extremas no están reservadas solo para las motos de agua o los toboganes de caída libre que tanto proliferan por esta zona. Aquí la emoción se vive cubierto de polvo, ataviado con gafas y derrapando, literalmente, sobre la arena. El recorrido de Fun & Quads va hacia la Marina Baja y termina en un cementerio empedrado donde estos vehículos demuestran todo su poderío. Entre medias sube a una cruz en lo alto de una montaña que simboliza, por un lado, un espacio para recordar a familiares que han muerto y por el otro una redención religiosa tras la pugna de Zaragoza por aprobar el uso de la prenda de baño de dos piezas.
4. En bici por la Sierra Helada
No se preocupe por las cuestas que hay que subir para llegar a lo alto del parque y a sus espectaculares montañas rocosas, las bicis son eléctricas y hacen el esfuerzo por usted. Y es que la vista desde allí arriba vale la pena y las calas escondidas que se encuentran en el trayecto también. Tao Bike tiene bicis para todos, además de coches para llevar niños y mascotas, así que no hay excusas para descubrir un Benidorm diferente de manera saludable y sostenible. De paso se aleja del bullicio, los turistas y el calor (pues ahí arriba refresca bastante), y admira un paisaje digno de foto.
5. En un 4×4 entre las montañas
Si aún quiere más naturaleza, diversión y aire fresco, con Expediciones Marco Polo y su Jeep Safari eso y además de vistas increíbles de la marina alta y Altea, está garantizado. No deje su traje de baño porque el recorrido termina en las Fuentes del Algar (sierra de Bernia), donde podrá refrescarse en sus aguas cristalinas y dar un paseo al lado de sus cascadas. Si es temporada de nísperos, cómprese algunos y cómalos en el camino de vuelta a la ciudad. Para los más osados los puestos de atrás del jeep, repletos de saltos en baches y constantes gritos de euforia; para los más recatados los puestos de delante, que aunque gozan de las mismas vistas, tienen que hacer menos esfuerzo para mantenerse dentro del vehículo. Pero no se preocupe, ambos cuentan con cinturones de seguridad.
6. El casco antiguo y el Mediterráneo
Ninguna ciudad es nada sin su historia y los grandes hitos que se lograron por ella tiempos atrás. Cerca del Mirador del Castillo, una roca que separa las playas de Levante y Poniente, y desde la que se aprecian los diversos tonos del mar, se hace homenaje a los pescadores (esta ciudad era antiguamente una viña de atuneros) y a los guardianes del mar. A su lado se erigió la gran fortaleza de la que hoy solo quedan algunas ruinas, que sirvió en su tiempo como defensa contra piratas argelinos y berberiscos, en los siglos XIV, XV y XVI. Lacala de Mal Pas, en los bajos del balcón, entre la Punta Canfali y el puerto, es una opción tranquila para disfrutar de la arena y el mar, sin tener que pelear por el espacio.
7. Cata de vinos Enrique Mendoza
Tradición y tecnología se mezclan cautelosamente en esta bodega, en la que catamos sus vinos más apetecidos, entre ellos el Santa Rosa, llamado así en honor a la madre del propio Enrique, mientras degustamos aceite de oliva de producción propia y algunos quesos y embutidos. En Bodegas Mendoza quieren que los jóvenes se enamoren del vino y su cultura, y lo están logrando de una manera entusiasta y divertida. Si usted aún no se ha dejado deleitar por el mundo vinícola, una visita a sus instalaciones en Alfaz del Pi seguro le va a sorprender.
8. Cuando de comida se trata
Dicen que una cultura siempre se conoce a través de su gastronomía, y la de Benidorm está para chuparse los dedos. Paellas, calderos, mariscos y tapas son los platos que más sobresalen en su cocina. En playa poniente se comen los buenos arroces, en el casco antiguo un buen caldero, como lo hace aún la abuela. La calle Santo Domingo está flanqueada a lado y lado por gastro bares que ofrecen tapas para todos los gustos, e incluso hay restaurantes que destacan por su ingenio, como Solotúla en el que no hay que pasar por alto los tallarines de sepia con ceviche de berberecho.
Fuente: OchoLeguas