De castillo a mirador. En 1812, durante la invasión francesa, la fortaleza defensiva que una vez tuvo la ciudad desapareció por completo tras ser varias veces reconstruida. Con ella se fueron los restos del pasado bélico de la ciudad, surgiendo en su lugar un lugar que se convirtió en icono de Benidorm, el mirador con la balaustrada singular desde la que se divisa toda su costa.
RAQUEL LÓPEZ – Érase una vez, hace 200 años, un Benidorm que vio desaparecer para siempre la fortaleza defensiva que reconstruyó en varias ocasiones a lo largo de su historia en la denominada Punta del Canfali. La guerra de la independencia española contra Francia acabó para siempre con un fortín que, abandonado, había sido rescatado por los invasores galos conscientes de sus posibilidades estratégicas.
Estos invasores reforzaron sus murallas y las armaron de cañones haciendo el lugar inquebrantable e inaccesible como lo fue en el medievo.
Pero Francia perdió la guerra y en 1812, antes de su final, las tropas napoleónicas abandonaron Benidorm. Lo hicieron sin represalias, desmantelando simplemente sus cañones y dejando a los habitantes de la villa el castillo en unas condiciones mucho mejores de lo que lo habían encontrado.
Pero ese estado fue casi un espejismo. La marina inglesa, que combatía del lado de quien se levantó contra Napoleón, mostró su poderío naval cuando llegó frente a la costa benidormense bombardeando de forma brutal el castillo y varias torres defensivas de la costa.
El fortín quedó en ruinas hasta 1928, momento en el que emergió como la plaza-mirador que ha terminado siendo, con la peculiaridad de que su estética se ha convertido en icono de la gran ciudad turística que ha terminado siendo Benidorm.
La conversión de castillo a plaza (y mirador por su ubicación) se hizo bajo la dirección del alcalde Vicente Llorca Alos, incluyendo en la misma el elemento que la convertiría medio siglo después en su icono: su balaustrada. Ésta fue diseñada en el pueblo, en el taller del maestro de obras el ti Santonja, según recuerda el estudio “El Castell de Benidorm”, de Bárbara Alemany y Charles M.Wilson publicado hace años para reivindicar la permanencia del topónimo con el que se conoce el lugar, ante la amenaza de que desapareciera por el del “mirador“.
Coincide, por otra parte, que justo hace también 20 años, el Ayuntamiento de Benidorm decidiera remodelar la plaza. Lo hizo después de que los entonces técnicos de Servicios Técnicos Municipales, el arquitecto José Luis Camarasa y quien sería después conseller, José Ramón García Antón, emitieran un informe en el que consideraban “preciso” actuar de manera integral en toda la zona del “Castillo”, a fin de evitar el deterioro que estaba sufriendo la roca por la erosión marina. El proyecto de consolidación y refuerzo tanto de la zona del castillo como de los acantilados que recaen sobre la zona de Poniente como en Levante ascendía a cerca de 46 millones de las antiguas pesetas, y se adjudicó en diciembre de 1992.
Al año siguiente, se incrementó el coste de la remodelación con 10 millones más con el objetivo de aprovechar las obras para realizar prospecciones en el lugar.
Las realizó un equipo de arqueólogos de la consellería de Cultura con que estudió el origen y la funcionalidad de la antigua fortaleza. Bajo la plaza descubrieron parte de sus muros y varias piezas de cerámica de distintas épocas.
Hoy día, en la “plaza del Castell” aún encontramos un par de cañones. Colocados como elemento estético, su presencia recuerda que sobre el lugar donde se encuentran, hace muchos años, existió una vez una férrea fortaleza, aunque se haya olvidado cómo desapareció.
Vía Diario Información